Hola chic@s, antes que nada aclaro que esta linda historia no es de mi autoría, es un precioso regalo que me hizo mi adorada Lawrilla (Laura) el cual AMÉ con el alma y quise compartirlo también con ustedes. Espero se animen a comentar, aquí les dejo el prólogo, pronto sabrán más de "Why?" sin mas que decir, disfrútenlo!
TERCERA -UTLIMA- PARTE T-T
“Kate aprieta mi mano y
me mira, con ojos torturados y a la vez, un toque dulce en ellos. Cojo aire.
-En realidad no sé muy
bien que pasó. Desde la llamada, todo es incoherente, y seguramente no
entenderéis nada. Pero entended, que son demasiados pensamientos, emociones y
recuerdos… -murmuro soltando el aire.
Ellas me miran y
asienten.
-Puedes hacerlo –me
anima Ellene, yo la miro e intento sonreír. Pero solo consigo que en mis labios
se dibuje una mueca.
Cierro los ojos
sintiendo la mano de Kate y las respiraciones de ambas. Ellas están ahí, puedo
hacerlo –me autoconvenzo. Y sigo, murmurando; “
Alcé
la cara del volante y le sostuve la mirada.- Daniel… -comencé, y su nombre se
fundió en mis labios. El me miró, analizando cada mínimo detalle de mi rostro.
Cogí aire- No me hagas esto otra vez.. Si vas a marcharte, hazlo, pero por
favor no regreses. –Me miró, preso del dolor- Porque no sabes lo que duele…
-suspiré; dolida, cansada. Fruncí los labios mirándole, esperando. Su rostro
cambió, y sabía de él demasiado como para conocer a la perfección lo que eso
significaba. Se iba, se marchaba. Pero había una parte de él que le retenía
allí conmigo, y no quería irse. Murió la mínima esperanza que había dentro de
mí cuando se despegó del marco de la ventana soltándose y dio un paso atrás.
Alejándose.
Respondiéndome.
Se
iba; Una vez más.
Yo
solo lo miré, con los ojos llorosos por el reciente llanto y con una sonrisa
pequeña en los labios, jadeé- Te amo. Siempre lo haré… -susurré y su cara se
contrajo, como si le hubiera clavado algo en el pecho. Y noté como sus piernas
flanquearon, aunque recobró el equilibrio muy rápido. Subió a la cera y me
miró, dando un paso hacia adelante indeciso. Giré de nuevo la llave y el motor
rugió suavemente.- Adiós –me despedí y esa última palabra hizo que mi
autocontrol se viniera abajo y subí la ventanilla después de escuchar como sus
labios susurraban un débil y dolido “Adiós”.
Pisé
el acelerador y todo lo rápido que pude conduje, derrapando, saltándome los
stops y los semáforos. Estaba ciega por las lágrimas. Fue una locura coger el
coche en ese estado, pero tenía la necesidad de huir de ahí. Y si me hubiera
matado, no me hubiera importado. Frené de golpe cuando casi atropello a
alguien, y entonces bajé del coche, dejándolo mal aparcado y quité la llave de
un tirón. Agarré el bolso y rebusqué las llaves echando a correr hacia la
puerta de entrada. Ignoré los insultos de los conductores y de la gente que
pasaba por allí. En ese momento nada te puede doler más que eso.
Sientes...
sientes que no te queda nada.
“Alzo la cabeza para
mirarlas y en silencio dan un fuerte apretón a mis manos, entrelazadas con las
suyas. Sonrío amarga. Continuo y dejo que los recuerdos se apoderen de mi
mente…”
Llegué
a mi casa y tiré el bolso al sofá, corrí a mi habitación y allí me ovillé,
colocándome en posición fetal y derramando lágrimas. Sollocé durante horas...
No sé cuantas, lo que si sé es que hubo un momento en que mis parpados pudieron
conmigo y me quedé dormida por el cansancio.
El
teléfono sonó. Riiing, riiiiing! Riiiing, riiiiiing..! Con ese ruido
insoportable, e hizo que mis parpados se abrieran solos. Me notaba pesada, como
cuando duermes más horas de la cuenta y eso solo sirve para dejarte K.O. Tardé
unos minutos en levantarme y coger el teléfono, no me veía con la fuerza
suficiente como para poder conservar la voz en caso de que fuera algún familiar
o amigo. Y no quería que se me notara que había estado llorando como una niña.
Presioné el botón verde y me llevé el teléfono a la oreja.
-¿Diga?
–murmuré con voz cansada.
-¿Elizabeth
Possner? –preguntó una voz autoritaria y grave, de un hombre.
-Soy
yo. –carraspeé.
-Soy
la policía. –abrí los ojos preocupada- Llamo para avisarla de que el señorito Cohen..
El
mundo se me echó al suelo cuando pronunció su apellido. –Daniel… –susurré.
-El
mismo. Señorita, me temo que Daniel Cohen... –la voz del policía se fue
apagando y eso me alertó de que nada bueno había sucedió. Mi corazón latía a
toda prisa, y el policía dejó un silencio y a mi me pareció una eternidad.-
Verá, ha muerto.
Las
rodillas me temblaron y mi cuerpo, cayó al sofá, dejándome sentada e inmóvil
como una roca, y fría como el mismo hielo.. El teléfono se cayó al suelo y pude
escuchar levemente como el policía me llamaba desde la línea-¿Hola? ¿Señorita?
Pero
no pude reaccionar.
-
Lo siento mucho de verdad… ¡Le rogamos que espere en casa, uno de nuestros
coches irá a buscarla! –insistió el policía. Pero yo no sentía mi cuerpo. Y no
encontré mis dedos, ni mi voz. Era como si yo corriera dentro de mí misma, por
un bosque oscuro, y no encontrara el trocito de luz. No encontraba la salida.
Me sentía angustiada, dolida, perdida.
Los
minutos corrieron. No sentí el reloj.
Me
quedé sentada, quieta, paralizada, fría. No conseguí moverme. Estaba helada en
el sitio, y noté como la sangre me huía del rostro, de las manos, de los dedos,
de cada articulación.. De mí. Me quedé pálida y helada, mientras una lágrima
silenciosa recorría mi mejilla: ahogándose.
¿Cómo
unas débiles palabras podían resonar tan fuerte dentro de uno mismo, una y otra
vez? ¿Cómo podía doler tanto..?
Quise
correr. Huir. Como si la vida se me fuera en ello, porque realmente, se me iba.
Se escurría entre mis manos como el agua clara se escurre entre tus finos
dedos. Sentí como algo dentro de mí se rompía a la misma velocidad que se rompe
un cristal cuando choca contra el suelo. Me obligué a respirar, pero el aire no
llegaba a mis pulmones. Me ahogaba, junto con la lágrima que se extendía por el
borde de mi mandíbula, a punto de caer. Dolía, escocía. Un sollozo quiso
abrirse paso entre mi pecho, pero el nudo en mi garganta era tan grande que no
le permitió pasar. Un gemido huyó de entre mis labios.
¿Qué?
No
podía creerlo, no quería creerlo. No, él.. No!
Mi
pecho se desgarró, lenta y dolorosamente. Una navaja rajaba mi pecho clavando
profundamente para hacer daño, para que el corte no sanara con facilidad, para
intentar destruirme. Hallé mi corazón, o lo que quedaba de él. Encogido,
destruido, roto, hueco. Vacío.
Todo
se quedó en silencio. Estaba tan aturdida. Intenté mantener el calor que había
en mi pecho, pero se esfumó de él tan pronto como mi mente aturdida se llenó de
preguntas, sentimientos y momentos, agolpándose en esta. Haciendo que me
mareara. Nada tenía sentido, todo era incoherente…
¿Por
qué así? ¿Por qué en aquel momento de mi vida? ¿Por qué él? ¿Por qué yo? ¿Por
qué nosotros? ¿Por qué no? ¿Por qué si? ¿Por qué aquél adiós? ¿Por qué un
adiós? ¿Por qué todo lo que sentía era un profundo frío? ¿Por qué todo se
congeló? ¿Por qué mi corazón decía que no..? ¿Por qué no quería creerlo? ¿Por
qué se había destruido todo lo que yo había amado?
¿Por
qué?
Tal
como el policía había dicho, un coche pasó a buscarme. No me había dado cuenta
que no hacía otra cosa que suplicar que me dejaran verlo, hasta que llegamos al
lugar. Una carretera. Dos coches estrellados. Un golpe fuertísimo. Un herido
muy grave, y un muerto. Me deslicé junto al policía entre las ambulancias y
demás coches. Vi en una camilla al herido. Al que había chocado contra… Un
sentimiento mezclado con la rabia se hizo notar en mi estómago. Pero estaba
demasiado aturdida como para reaccionar a aquello.
Entonces,
cuando perdí el sentido de la orientación, cuando mis oídos ensordecieron,
cuando noté que iba a caerme al suelo al darme cuenta de que todo aquello
sucedía de verdad. Empujé al policía y eché a correr, abriéndome paso entre la
muchedumbre. Un impulso irracional. Buscando algo; buscándole. Y sobre un
charco del vino de la vida, de rojo intenso, esparcido por el suelo, visualicé
un cuerpo inerte sobre la carretera, tapado con una sábana de color negro y
rodeado con diferentes personas que no pude reconocer. Mis pies corrieron hacia
a él.
Daniel.
Me
arrodillé a su lado apartando a empujones a todo lo que se me hizo un obstáculo
y abrí la sábana para verlo. Me gritaron algunos policías, quisieron detenerme,
pero yo no los escuché y no lo lograron. Sonreí muerta al ver sus ojos
avellanas entreabiertos, oscuros, apagados. Carecían de vida. Mis manos
temblorosas acariciaron su rostro y guardaron el tacto de su piel fría y la
mía, más aún. Besé su frente, sus mejillas, su nariz, sus labios entre abiertos
heridos y con restos de sangre. Me agarraron por detrás y tiraron de mí, pero
había un lazo irrompible entre aquel cuerpo y yo. Algo inexplicable.
Algo
que si no has vivido no puedes sentir. Grité a lágrima viva y a duras penas
logré soltarme de los que intentaron detenerme para abalanzarme sobre el cuerpo
y abrazarme a él como si mi vida dependiera de ello. Yo estaba colgando en un
hilo. Y la chica que corría por ese bosque de sentimientos y penas dentro de
ella, se perdió del todo. Me aferré al cuerpo y cerré los ojos con fuerza.
Haciéndome daño. Las lágrimas rodaban por mis mejillas, y daba la sensación de
que eran cuchillos que rajaban mi rostro. Un herida enorme se abrió en mi pecho,
desangrándose, abriéndose más y más segundo a segundo, desgarrando mi pecho,
rompiéndome. Una mano con un esparadrapo blanco tapó mi boca y mis ojos se
cerraron automáticamente.
Oscuro.
Un agujero. Un vacío profundo. Un silencio. Una nada insoportable que me hacía
girar, perdiéndome en un universo paralelo. No conocía el lugar. Mi cuerpo
flotaba, pero se sentía pesado. Miles de cadenas me ataban a algo, pero sin
embargo, algo me decía que diera media vuelta y echara a correr… No podía
hacerlo, no cuando esas cadenas me ataban al amor de mi vida. Empujé a la
oscuridad, busque un hueco, una grieta. Salí del agujero. Vencí a la oscuridad
y abrí mis parpado, no sé como. Y al abrirlos; ambulancias, policías y una
maldita carretera. Multitud de un lado a otro, moviéndose. Y yo quieta.
Abrazada a él. De un momento a otro me lo quitaron, ya no estaba en mis brazos.
Desapareció. Grité reclamándolo pero me taparon la boca, y yo estaba demasiado
débil como para forcejear. La vista se me nublaba del vértigo, las lágrimas me
cegaban y eso no ayudaba. Una herida y miles de cuchillos abriéndola,
ensanchándola. Tenía ganas de arrancarme el pecho, de arrancarme el corazón. Un
órgano que latía, pero estaba muriendo poco a poco, abierto de par en par, en
sangre viva; solo quedaba una herida abierta.
Me
tiré al suelo bañado de sangre y me llené las manos de esa tinta. De lo único
que me quedaba de él. Y entonces, me lamí las manos llenas de sangre, porque
era algo que me pertenecía. Mi Daniel. Y sabía que no lo tendría nunca más. La
herida ardió. No había nada dentro de mí. Solo esa herida que se abría y dolía
cada vez más. Rompiendo lo poco que quedaba de mí. ¿Cómo puedo explicar ese
horrible dolor? ¿Cómo puedo describir lo que se siente al perder lo que era tu
todo? Era como echarle Bodka a una herida en carne viva, como morir desangrada
en pleno incendio, como darte mil navajazos y después arrancarte todo lo de
dentro, como morir de la manera más dolorosa una y otra vez pero lo peor era
que nunca acababa; porque cuando esa muerte terminaba empezaba otra peor.
En
el suelo me ovillé y oculté mi cabeza entre mis brazos manchados por aquello
que había corrido por el cuerpo de él un día. Lloré. Y dejé de sentir las
lágrimas, de sentir los gritos, los murmullos, los pasos, las ambulancias, los
coches pasando de un lado a otro. Dejé de oír. Y al cerrar los ojos me aferré a
ese enorme vacío solo para que el aturdimiento sirviera de morfina para que esa
herida no doliera tanto. Pasó el tiempo, el aturdimiento me mantuvo congelada.
Abrí
los parpados una vez más, y solo vi a un policía a mi lado, en el asiento de
atrás de un coche hablando con otro, entonces me miró y me colocó algo en el
rostro. El olor se estampó contra mi nariz y mis ojos pesados se cerraron
solos.
Pestañeé
de nuevo pero la luz fluorescente me cegó y los volví a cerrar. Y el dolor no
paraba, la herida no se cerraba. ¿Dónde estaba mi cuerpo? A cada segundo que
pasaba me escondía más en la oscuridad, me aislaba dentro de mí, y de un modo
tan bestia, que me perdí a mi misma.
Abrí
los ojos dos veces más, esperanzada de que todo hubiera resultado una pesadilla
demasiado real pero incierta. Pero después los volvía a cerrar al darme cuenta
de que aquello estaba sucediendo. Me aislé dentro de mi, en mi cuerpo.
Rebuscando una esquina lejos de la herida, lejos del bosque de dolor, y hallé
la nada, y me abracé a ella todo lo fuerte que pude, para por lo menos
permanecer allí hasta que todo acabara. Los recuerdos corrían por mi mente,
todo lo que viví con el, lo que acababa de vivir, lo que pudiéramos haber
vivido. Todas las promesas, los sueños, los proyectos… No podría vivirlo,
ahora. No quería creer aquello, y la nada y el aturdimiento me vencieron
haciendo que por mi mente solo pasaran imágenes distorsionadas. Y después esa nada,
ese vacío encerró todos los recuerdos en un cajón. Donde permanecería bajo
llave mucho tiempo. Algo dolía. Había perdido el cuerpo. No sabía donde se
encontraba. Pero estaba dándome cuenta de que me dolían cosas que no sabía que
existían. Estaba acabada. Me sentí como una cucaracha y solo esperaba que
alguien llegara para pisarme. ¡Maldije mi suerte mil veces! ¿¡Por que tuvo que
ser él?! ¿¡Porque no podía haber ido dentro de ese coche otro?! Yo! Hubiera
preferido mil veces haber estado yo ahí dentro! Aunque ya no fuéramos nada,
aunque el me había echo daño, aunque se había ido sin cumplir sus promesas. Eso
no era suficiente. No, claro que no. Yo lo amaba como no había amado a nadie,
¡eso no se puede evitar! Por mucho que te hagan daño, por muy cabrón que sea,
por ser como todos los demás… Lo amas. Lo dejaste entrar en tu corazón y ya era
tarde para poder sacarlo en un momento. Él merecía vivir, más que cualquier
otro. Hubiera preferido mil veces a ver muerto yo…
“Me abrazan y lloro,
gritando, farfullando, murmurando, diciendo, gimiendo, susurrando palabras
incoherentes. Soltando pequeños recuerdos de mi tortura personal. La cicatriz
en mi pecho escuece; y me limito a dejar fluir todo. Desahogándome. Liberándome
de esa pesada cadena llamada Daniel Cohen. Lo cuento todo. Me siento bien a
pesar de que todo duele, es una sensación extraña. Lo recuerdo todo, se
reproduce solo en mi cabeza como una película. Mis recuerdos, que hasta
entonces habían permanecido guardados bajo llave, habían sido liberados y estaba
segura de que no los guardaría de nuevo. Ellen y Kate sollozan conmigo viviendo
cada sentimiento que les cuento. Viviendo ese recuerdo como si hubieran estado
allí.
Vacío.
Y después de llorar
permanecemos abrazadas. Entonces Ellen se separa lentamente y despacio se mueve
de allí, saliendo del comedor. Vuelve enseguida con tres tazas en las manos.
Kate y yo nos sentamos de nuevo y me seco las lágrimas que incluso ruedan por
mi cuello. Nos ofrece los vasos y cada una cogemos uno. Ella también se sienta.
En silencio, nos tomamos la tila. Guardo la taza entre mis manos frías y
temblorosas y agacho la cabeza para observar la taza, aún queda un poco y la
taza se mantiene caliente, de modo que mis manos entran poco a poco en calor.
Mis ojos se pierden en el líquido que fluye dentro, cojo aire. Y sigo, con voz
queda.”
Meses
más tarde de salir de un psiquiátrico, estuve el resto del año y seis meses más
en manos de una psicóloga que había ayudado a la familia de.. él. No estaba
recuperada del todo, pero había conseguido hacer cosas normales. Había
conseguido retomar mi vida. La verdad es que me ayudó mucho, pero el dolor
seguía ahí. Cuando pierdes a alguien tan importante y de un golpe tan
repentino… Nada puede evitar ese infinito dolor. Solo puedes aliviarlo.
Te
sientes… Como si gritaras pero nadie pudiera oírte. Casi te sientes avergonzada
de que alguien sea tan importante, y de que sin esa persona te sientas como si
no fueras nada, como si no te quedara nada, como si lo hubieras perdido todo.
Te esconderías entre las sábanas y esperarías todo lo que hiciera falta hasta
que despertaras de eso, y esperarías cien años. Cien años, a que tuvieras la
suerte de encontrar una manera de escapar, de abrir los ojos y acabar con esa
pesadilla, de cortar eso, de cortar ese dolor.. Nadie podría entender cuanto
duele. Te sientes sin esperanzas, como si nada pudiera salvarte. Y cuando por
fin esa herida cicatriza, cuando todo lo malo se va, cuando te das cuenta de
que no despertarás. Nunca. Te das cuenta de todo, y te das cuenta de que él se
ha ido y no regresará. Que nada sirve para traerlo de vuelta.. Hasta deseas que
todo ese dolor, todo lo malo regrese, para que al menos también puedas tener lo
bueno de vuelta…A él.
A
los 14 meses después de ese día, conseguí poner en venta el apartamento donde
nosotros compartimos un día tantas cosas… Pero no me daba pena, dejé el
apartamento en buenas manos, y me fui con una sonrisa dulce en los labios.
Deseando que la pareja que se quedaba, fueran felices para siempre. Siempre.
Me
trasladé a una nueva ciudad, nueva gente, nuevos lugares, nueva casa, nuevo
trabajo... Conseguí ser feliz, no como lo estuve un día, pero logré sonreír por
cosas minimalistas. Y logré sentirme bien, sin notar esa cicatriz punzante en
mi pecho. Y entonces, a los dos meses una llamada de un policía hizo que fuera
hasta aquel pueblo lleno de recuerdos y dolor, a comisaria a recoger algo
‘importante’ según me habían avisado por teléfono. “Señorita Possner, lamento
no habérselo podido entregar antes, pero ahora que ya está recuperada considero
que puede con esto” y después de decirme esto el Jefe de Policía, me entrego un
paquete. De papel marrón, no muy pesado. Lo miré con un interrogante en el
rostro. “Lo encontramos en casa de el señor Cohen, y es para usted.” Completó,
gemí; ¿De … para mí? No entendí nada. Le di las gracias y me pasé a ver a mis
padres y viejos amigos, después me marché.
Al
llegar a la que es ahora mi casa, me senté en el sofá y abrí el paquete. Dentro
encontré hojas gruesas de papel de libreta dobladas. Cogí aire y agarré las
hojas de libreta, las desplegué y sonreí dolorosamente al reconocer la letra.
Acaricié la hoja de papel, hundiendo los dedos y resiguiendo la tinta de
bolígrafo azul. Pude hasta sentirlo, y mis manos reprodujeron el tacto que
sintieron cuando recorrí su cara. Una cara fría y ya… muerta. Me obligué a
respirar. Carraspeé con ojos húmedos y comencé a leer:
“Lizzie,
Seguramente no tienes
ni idea de qué va esto y puedo hasta jurar que tu cara podría ser un cuadro en
estos momentos… Jajajaja. Oh mi princesa, si estás leyendo esto es que entonces
ya me he ido. Bff… Lo siento. Perdóname mi amor por dejarte de esta forma, por
hacerte daño de esta manera. Solo espero que sigas leyendo esto, y si me
guardas rencor durante tu vida lo entenderé porque seguramente pensarás que soy
un capullo y que no te merezco. Y al fin y al cabo, es cierto. Nunca he estado
a tu altura, simplemente porque eres la persona más increíblemente increíble
que he conocido. Eres especial, Lizz. Y me enamoré de ti por eso.
Deja que te explique.
Verás… Hace cosa de unos meses comencé a sentirme mal, me dolía el pecho y me
sentía como si fuera a coger bronquitis. El caso es que fui al médico y después
de hacerme unos análisis me dio cita en el hospital. Yo no entendía nada, pues
mi médico de cabecera nunca me lo llegó a decir. En el Hospital me hicieron más
análisis, y una semana después me volvieron a llevar para estar seguros. Y
entonces me hicieron saber que tenía cáncer de pulmón. El cáncer estaba muy
avanzado y me dijeron que la quimioterapia y los tratamientos no servirían de
nada. El de pulmón es fulminante. Yo lo sabía. No sabían cuanto tiempo me
quedaba. Me dijeron que meses, semanas o incluso días. Yo solo sonreí y seguí
mi vida normal junto a ti. Aunque una noche enredado entre las sábanas y
observándote dormir, me di cuenta de que no tenía sentido, y que solo estaba
siendo egoísta. Tenía que dejarte. Por tu bien, para no hacerte tanto daño. A
si que lo hice. Te pedí un tiempo y como escusa te puse que estaba agobiado y
cansado. Me comporté como el peor de los capullos al no contestar tus llamadas,
ni dejarme ver, incluso después de prometerte que seguiríamos siendo amigos. Y
al cabo de los meses dejaste de llamarme, de buscarme, de reclamarme. Fue ahí
cuando sentí que te había perdido.
No sabes lo que me
dolió. Pero la gente me decía que te veían bien, feliz. Quedabas con tus
amigas, habías tomado clases de música y que te veían mucho con un chico.
Aunque hace unas semanas me he enterado de que es tu primo, no lo sabía. No
sabía cuánto me quedaba, y yo… Me dejé llevar. Cogí el coche y me presenté
delante de la Universidad. No pensé en que estaba rompiendo todo lo que había
planeado, no pensé que eso solo haría que empeorar las cosas. Solo pensé en mí.
Quise darme un capricho, que más que capricho se sentía como una necesidad.
Necesitaba verte para poder marcharme tranquilo. Quería hacerlo como amigos.
Pero cuando te vi no pude evitar comportarme como si todos aquellos meses no
hubieran pasado, y decidí pasar una tarde a tu lado. Sin discusiones, sin
peleas, sin conflictos, sin problemas, sin el estúpido cáncer. Solo tú y yo.
Ya conoces el resto. Te
juro que nunca me ha dolido nada tanto, como el no poder contártelo y no poder
quedarme contigo. Tuve que morderme la lengua y dar un paso atrás, quedarme
quieto y dejar que te marcharas. Siento haberte hecho daño, Lizz. No era mi
intención. ¡Te juro que mi propósito fue para todo lo contrario! Quise
protegerte, aislarte del dolor. Apartarte. Eras tan vulnerable… Hasta llegué a
entrar en tu casa y quedarme noches y noches en una esquina, viéndote dormir. Y
después, con todo el dolor del mundo me iba. Sin tocarte. Sin hablarte.
Pérdoname, no he podido
cumplir ninguna de las promesas que te dije. Aunque sigo manteniendo una… Te
amo más que a nada en este mundo. Quiero que seas feliz. Sin mí. Quiero que
vivas lo que no has vivido, que saltes, que rías, que cantes, que vayas de
compras tardes enteras, que se te vaya la cabeza y te tiemblen las piernas
después de bailar en cada fiesta, que cumplas tus sueños y mantengas tus
ilusiones. Quiero que sigas siendo la Elizabeth que yo conocí. Y sé que puedes
hacerlo. Porque al fin y al cabo la vida es un libro en blanco en el que
escribes la historia, y cuando yo no esté, tan solo tendrás que pasar una
página y escribir otro capítulo. No protestes, confío en ti. Se que puedes,
sabes que puedes. Sé feliz, por favor, prométemelo. Hemos compartido tantos
momentos… te lo debo, te mereces esto y agradecerás cumplir esta promesa. Debo
hacerte feliz, porque tú me has hecho inmensamente feliz, cariño.
Lo siento preciosa, se
me acaba el tiempo. Solo quiero que sepas, que tú vales oro… ¡No tienes precio!
A si que no te rebajes por nadie, y lucha por lo que deseas por que se que eres
lo suficientemente fuerte como para cumplirlos aunque te tropieces con la misma
piedra mil veces. Podrás levantarte. Y yo, estaré en algún lugar de allí
arriba, dibujando estrellas en el cielo por cada sonrisa que me saques... No me
despediré con un Adiós, te veré arriba cuando seas una viejecita de pelo canoso
y vayas con tu bastón. Entonces me presentarás a tu marido y juntos iremos a
tomarnos un café, o haremos lo que quieras... ¿Adiós? No, solo hasta luego.
Te amo más que a nada.
Att; Daniel. “
Las
lágrimas corrieron por mi rostro, y una sonrisa se dibujó en mis labios. –Te lo
prometo, prometo ser feliz. Hasta luego, cariño –susurré. Y me llevé las hojas
de papel al corazón.
“Nos secamos las
lágrimas con las manos, y me rio suave y dulcemente. Sintiéndome bien. No dicen
nada, no hace falta. Están cerca de mí, agarrándome las manos y mirándome con
una sonrisa de adoración en sus rostros. Las miro a los ojos y estos me dicen lo
que sus labios callan; “Que grande eres, Beth” Se miran cómplices y me vuelven
a mirar.
-Te quiero, Beth –dicen
las dos a la vez y yo me río adorándolas.
-Yo también os quiero!
Venid aquí, y no me soltéis nunca, pequeñas locas…! –les digo triste y alegre a
la vez. Y las tres, nos fundimos en un abrazo de oso.
Definitivamente, hay
momentos en la vida en los que tienes que tomar la decisión de ser feliz. He
tomado la decisión correcta…
Y soy muy feliz.
Me asomo a la ventana,
y miro la luna. Una estrella nueva aparece en el cielo oscuro. Brillando.
Sonrío ampliamente.
Si, el también lo es. ”
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*Sniff sniff* Hola mis amores, que tal estan? aquí esta la tercera y última parte de esta preciosa historia, espero les alla llegado tanto como a mi, Gracias de nuevo a mi Lawrilla por escribirla, dedicarmela que enserio para mi ha sido un gesto hermoso, y dejarme compartirla. Te quiero mi loquilla!
Comentarios? Espero que si c: dejenme saber que piensan c:
~CaroR.
PD: Pronto Capitulo de #ET.
5 Palabritas que me inspiran :):
Es la histora mas triste q he leido pero la mas hermosa y la q mas te llega al corazon...es hermosa,trágica,triste,increible bn no hay palabras suficientes...me encanto la historia la ame y asiré con todo el corazón...incluso me hizo llorar como magdalena!!!gracias por subir la historia...espero volver a ver una de estas hermosas historias...bn sin más lata q dar un beso a las dos caro y laura!!!(: <3 :D =) B}
Noooo!! :( es la ultima partee?? puff ya ni modos estubo hermosaa enserio ke siii me iso llorar muchisimo asi de mucho jeje he.. todabia engo el nudo en la garganta.. sinceramente mis respetos a laura jeje muchismas felizidades y komo le dijeron a elii - eres grande- ojala ke publikes otra historia... me boy pues kiero bolberla a leer jejeje
Muy hermosa historia y la mas triste que he leido, pense que seria un poco mas larga pero con estas tres partes me llego y me gusto bastante, valla que se me iso un nudo en la garganta con toda la historia, espero volver a leer una historia asi, que verdaderamente te llegue al corazon, felicidades Laura, saludos y besos.
se que quisas ya es un poco tarde para publicar pero tenia que decirlo te felicito por como escribes ...la verdad que e lograste emocionar y muchooo me encanto aun que sea super trizte la verdad que lo he visto y es asi pero el final es hermoso bueno cuidate adios
Hola Caro algo tarde pero aqui estoy dejando mi comentario..
Antes que nada primero dejame decirte que me tienes llorando a todo lo que da,,,, simplemente me quito el sombrero ante tan grande escritora que te puedo decir mas que simplemente me superencanto la historia, es hermosa por el gran amor que compartieron hasta el final un amor que traspasa las barreras del tiempo, y a la vez triste por perderlo de esta manera, creo que quizas a Lizzie le hubiera encantado saber la verdad y pasar todo el tiempo posible con el, pero a la vez entiendo la decision de Daniel de querer que ella no sufriera dia a dia viendolo morir poco a poco con esa terrible enfermedad es muy triste ver como poco a poco se apaga la vida de un ser amado de esa manera,,, de mi parte felicita a Laura por tan grandiosa historia y Besos y abrazos para ambas.
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